Casi todos alguna vez en nuestras vidas, nos hemos encontrado con un familiar, amigo, compañero…que está atravesando un problema. Generalmente la mayor parte de las personas acto seguido, nos ofrecemos a ayudar de una u otra forma. Pero… ¿Lo hacemos de la forma correcta?
Veámoslo.
Hay múltiples formas en las que podemos ayudar o contribuir con un problema. Algunos de estos requieren soluciones más enfocadas a la acción y más puramente conductuales, que realmente, son los que menos complejidad entrañan, debido a que, aportando la ayuda necesaria, realizando una acción u otra, estaremos liberando de mucha carga a la persona o ser querido que la necesita.
Pero la cosa cambia, cuando la persona a la que queremos ayudar, tiene un problema con el cual debemos mostrar nuestro apoyo, en nuestra vertiente más emocional e incluso utilizando y operando sobre el esquema cognitivo del afectado. Generalmente, este trabajo lo hacemos los psicólogos, pero, ¿qué pasa con las situaciones más familiares y del día a día con estas características? Vamos a exponerlo de la forma más sencilla posible:
En este caso nos encontraremos con dos opciones. Que la persona a la que queramos ayudar no se deje ayudar, bien porque está sufriendo un torbellino emocional, porque salta con todo debido a la confianza que lleva implícita la relación, u otras razones. En este caso, lo más recomendable, sería ponerlo en manos de un profesional. Podemos apoyar y ayudar también, pero más adelante y como complemento a ese apoyo neutral o profesional sin la subjetividad de la que huye la persona que necesita ayuda.
Otro caso que puede darse es que la persona si se deje ayudar y que incluso nos haya buscado para ello. En este caso, nuestro deber es hacerlo de la mejor forma posible. Pero a veces incluso con la mejor de las intenciones, realmente los resultados son nefastos debido a que las conductas y enfoques empleados para dar apoyo no son los mejores ni más correctos. Con ello podemos producir que la persona se aleje más e incluso se hunda más en su sufrimiento. Para ello me parece interesante, identificar ciertos errores comunes que las personas ejecutamos con la mejor de las intenciones, al querer tender nuestra mano, así como sus efectos colaterales, y por otro lado las pautas corregidas con respecto a ellos; o bien lo que si se debe hacer y será garantía de que nuestra ayuda tendrá sus frutos y que la persona que nos necesita crecerá y no se verá tan desbordada por ese asunto que le ocupa.
Errores comunes:
- Muchas veces, cuando nos cuentan un problema y lo comparten con nosotros, reafirmamos lo traumático que es, reforzando la creencia de que lo acontecido es una desgracia en toda regla. Con esto pensamos que acompañamos en el duelo a la otra persona, que empatizamos más y mejor. Pero realmente la estamos echando y hundiendo más en la espiral de sufrimiento en la que se encuentra.
- En otras ocasiones, cuando la persona se está abriendo a contarnos su problema, no la escuchamos, sino que la oímos e incluso algunas veces la cortamos sin dejar que acabe para contarle algún problema similar que estamos o hemos pasado. Esto último no se debe hacer bajo ningún concepto, ya que ni es constructivo, ni ayuda, y cada problema es diferente, ni siquiera hay problemas similares, porque se nos olvida que el que los sufre en casos como este, son personas distintas, y no hay reglas aplicables entre uno y otro. Como suele decirse: «Cada persona, es un mundo».
- Y otro error y no por ser el último, es el mejor frecuente: bloquear las emociones de la persona a la que ayudamos. Con frases del estilo: «No llores», «no dramatices, todo lo ves negativo» y otro tipo de frases lapidarias y extremistas. Lo que logramos es que la persona se cierre, y su sufrimiento interno se multiplique al no sentirse validado/a.
Por tanto, expondremos, como ya hemos indicado las posibles soluciones o conductas correctas que SÍ deben adoptarse ante tales situaciones.
Las soluciones.
Lo correcto aquí es, ventilar emociones de una forma funcional, es decir; con sus límites. No podemos permitir que la persona a la que ayudamos este las 24 horas del día ocupando sus pensamientos en el problema. Para desfocalizar la atención podemos proponer realizar actividades que sirvan de distractor. Y sobre todo debemos «ponernos los zapatos del otro y caminar con ellos, pero luego finalizado el rato de ayuda, quitárnoslos y ponernos los nuestros». Tampoco se ha de reafirmar y recrearnos en las emociones negativas del problema. Ayudar a afrontar, validando emociones pero siempre desde la positividad y siendo constructivos.
También debemos emplear la escucha activa, validar las emociones y ventilarlas correctamente. Debemos dejar que la persona se desahogue, y hacer legitimas esas emociones que están sucediendo en esa persona. Así la persona se sentirá arropada y sus emociones y comportamiento serán validados y apoyados. Debemos escuchar completamente y con atención y dejar que la persona nos cuente, sin entorpecer las conversaciones poniéndonos de ejemplo porque cada cual tiene un problema concreto, y así lo afronta y así le afecta.
Y por último, lo que más o menos ya hemos dicho, dejar que las emociones salgan y validarlas. Nunca bloquear. «Llora un rato si lo necesitas, te ayudará y luego te sentirás mejor, es normal si ocurre» con mensajes tan poderosos como este, la persona se siente cómoda, legitimada y validada, e incluso puede llegar a percibir que si la consecuencia de estar afrontando un problema es estar así es lógico, y que otros muchos pueden estar pasando por ello e incluso lo hayan pasado tiempo atrás.
Esto entonces, es lo que deberíamos hacer al prestar ayuda. No es tan complicado, y realmente no nos tomará mucho tiempo y estaremos ayudando de forma eficiente y eficaz, siempre construiremos, y la persona a la que ayudemos nos lo agradecerá porque no la estaremos perjudicando ni se sentirá mal.
Llevarlo a la práctica es muy fácil sabiendo ya, los procedimientos correctos.
BIBLIOGRAFÍA
ediciones.grupoaran.com/index.php?controller=attachment&id_attachment=42
https://psicologiaymente.net/clinica/principios-prestar-apoyo-psicologico-emergencias
Artículo escrito y cedido a este Blog por la psicóloga Raquel Herrero Palacios ©. Todos los derechos reservados/All rights reserved.