¿ Qué siente un refugiado de guerra ?

Se define refugiado de guerra como una persona que se ha visto obligada a abandonar su país de origen debido al peligro que podía correr por causas relacionadas con la guerra. Además los refugiados, se ven obligados a salir de su país porque no reciben la suficiente protección por parte de éste. Estos civiles generalmente huyen debido a la escalada de violencia en la guerra correspondiente.

Muy de actualidad, nos toca de cerca la problemática de los refugiados sirios, quienes por un lado tienen que enfrentar en su mente un conflicto enorme, conllevando ello un gran sufrimiento debido a que: por un lado, están escapando de su propio país, donde tienen su identidad, sus recuerdos, su vida hasta el día en que deciden que deben irse; esto es, es huir de tu propio pasado a la fuerza, para a la vez, enfrentarse a un futuro incierto, ansiógeno y altamente estresante, en un país diferente, que no es el propio, y que no se conoce, (teniéndose que adaptar a otras costumbres, integrarse en otro tipo de grupos y ambientes…etc.) entrando aquí cuestiones sociológicas, antropológicas etc. Es una dicotomía muy compleja y dolorosa, en la que existe un punto de inflexión que es la partida del refugiado a otro país vecino para mejorar sus condiciones de vida y seguridad.

Entre las consecuencias o aspectos psicológicos en un refugiado, hay que tener en cuenta elementos tales como, sentimientos de miedo, por el anticipo o incertidumbre de lo que pasará en un futuro incierto y estresante, problemas relacionados con la ansiedad y el estrés, falta de identificación con el nuevo entorno y dificultades para entablar nuevas relaciones y apoyos que puedan ser útiles en el proceso de adaptación al nuevo país de residencia, entre otros. Estos migrantes forzados además tendrán que convivir con los recuerdos tortuosos de las situaciones que han vivido y que les han llevado hasta el país destino.
Además como ya apuntan ciertos autores, mientras mayor sea la distancia cultural, mayor es el riesgo de producción de desordenes psíquicos. (González, 2002).
Otro aspecto importante son los niños que llegan dentro de estos grupos de refugiados, para los cuales la vivencia traumática puede ser incluso mayor que en un adulto y con secuelas más duraderas. Es por ello que a ellos, habrá que brindarle protección y asistencia extra y especializada, pues son unos de los colectivos más vulnerables dentro del grupo de los refugiados de guerra.

Desde el punto de vista más antropológico podemos hablar de la introducción de nuevas costumbres o modelos de vivir en un país destino, y con frecuencia estas personas, tenderán a aislarse al mismo tiempo que a unirse a otras de su mismo país de origen, dando lugar a zonas como ya se ha citado anteriormente, aisladas del resto de ciudadanos que viven en el país destino elegido por los refugiados de guerra. Todo esto, acrecentará las diferencias, y producirá en el refugiado sentimientos de marginación o aislamiento. También hemos de tener en cuenta, que en ocasiones el idioma no será el mismo, y esto también genere barreras de comunicación por lo que la intervención holística y general se ha de llevar a cabo con interpretes como pilar fundamental.
Asimismo, puede darse que los refugiados traigan al país destino sus costumbres a la hora de vestir, con vestimentas propias de su zona, e incluso introducir formas de alimentación propias en el nuevo país. Esto en ocasiones puede desencadenar conflictos en el país destino, como estamos acostumbrados a presenciar, como es el caso de la vestimenta o indumentaria. En última instancia, también cabria hablar de mestizaje pero a un largo plazo y a lo largo de los años.

Desde el punto de vista más puramente sociológico, profundizaremos en la intervención que este colectivo requiere en consecuencia de todas las dificultades que desde el punto de vista psicológico pueden afectarles que recordamos como: desorientación, miedo, desconfianza, carencia de recursos económicos, ansiedad alteraciones nerviosas, etc. Es por tanto que los trabajadores sociales deben centrarse en: crear confianza y seguridad en los refugiados, dotar de acogida y trato amable, e informar claramente sobre el procedimiento de asilo entre otras.

Ellos, necesitan sentirse parte de la sociedad destino. Necesitan sentirse identificados, necesitan sentir que forman parte del grupo por lo que pueden existir factores operantes como la desconfianza, aislamiento, que han de ser paliados por las intervenciones de antropólogos, trabajadores sociales y psicólogos. Aquí debemos tener en cuenta las palabras de (González, 2002) quien alega que: La respuesta de la sociedad a los problemas psicosociales de los refugiados ha derivado en una creciente institucionalización, modelo de solución que es ajeno a ellos. Las estructuras institucionales son en cierta medida partícipes de un proceso de inhabilitación del refugiado. Por lo que se debe tener especial cuidado con la institucionalización de este fenómeno.
También desde el punto de vista sociológico podemos tener en cuenta como un refugiado puede sentirse no identificado con la religión de su país destino que puede ser diferente, entrando también en conflicto creencias, y acrecentando ello mismo también la tendencia a aislarse en núcleos poblacionales alejados del resto de ciudadanos que guardan otras costumbres.
Para concluir, deberíamos reflexionar que ser refugiado es algo muy difícil. Hay que enfrentarse como persona a muchas dificultades y desafíos. Por ello, la práctica de la empatía, la solidaridad y la ayuda es clave. Y que el sufrimiento humano que un refugiado padece, puede ser en estos casos opcional (ya que a nadie nos consultan si queremos que se produzcan guerras y otros desastres), pero tenderles la mano, y paliar dicho sufrimiento, ha de ser una obligación.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.
De Juan Canales, David. (2010). Emergencia civil y economía del refugio en los campamentos de refugiados saharauis de Argelia. Gazeta de Antropología, 26 (1), artículo 11.
Vega Pascual, Mª Jesús. (1996). Fases de intervención social con refugiados. Cuadernos de trabajo social, 4 (1996), 155-181.

Artículo escrito y cecido a este Blog por la psicóloga Raquel Herrero Palacios ©. Todos los derechos reservados.