¿Qué personalidad encontramos detrás de personas como José Enrique Abuín (el chicle)?

Siempre que en los medios sale a la luz noticias de este calibre, la respuesta que nos encontramos en la sociedad es preguntarse cómo el ser humano puede llegar a cometer semejantes atrocidades y qué explica esa maldad.

El concepto de maldad, “los malos”, han existido siempre a lo largo de la historia. En la época romana eran los llamados bárbaros, con la llegada de la Iglesia Católica era el demonio, etc. Pero el concepto de maldad da un giro con la Teoría de la evolución de Darwin, situando al ser humano ya no como procedente de una divinidad, sino como procedente del simio. De esta manera, se presenta al ser humano como un ser violento, un animal primario y no tan civilizado.

De esta parte oscura del ser humano, destacan los asesinos en serie. Estas personas tienen un gran impacto en la sociedad, ya que no hay cosa que más miedo no de a los seres humanos que no entender por qué se mata sin motivo. Ese hecho nos lleva a pensar que cada uno de nosotros podemos ser víctimas potenciales en un momento dado, aflorando de esta manera nuestro miedo.

Podemos llegar a comprender (aunque con mucha dificultad), asesinatos por venganza, por celos, pasionales (ya que existe una motivación o una razón explicativa) aunque en ningún caso, aclaro, sea un hecho justificable. Sin embargo, el asesino que mata a un desconocido únicamente con el fin de satisfacer sus perversiones, del “matar por matar para su disfrute” activa todas las alarmas del miedo en la sociedad.

Llegados a este punto hay que hacer una diferenciación: ¿todos los psicópatas son asesinos? La respuesta es, rotundamente no. Y, ¿todos los asesinos son psicópatas? La respuesta es la misma, no.

Ligar psicopatía a delincuencia o trastorno antisocial es un error muy habitual. Primero vamos a explicar el término psicopatía.

Las descripciones del término psicopatía han ido variando a lo largo de la historia. Ya Kraepelin, en 1896, hablaba de personalidades psicopáticas, refiriéndose a personas que no podían considerarse enfermos, pero tampoco “normales” ya que presentaban una personalidad anómala.

Schneider en 1923 consideraba la psicopatía como un trastorno de la personalidad. Desde la corriente psicoanalítica, se alude a las experiencias traumáticas infantiles de estas personas y de qué manera afectan al desarrollo de su personalidad.

Karpman (1946) hace una distinción de suma importancia entre: psicópatas primarios (mayormente marcados por la influencia genética, con déficits constitucionales) y psicópatas secundarios (derivados de conflictos emocionales no resueltos como abusos, abandonos, malos tratos, etc).

Por lo tanto, los primarios actuarían con mayor violencia, mostrando menos miedo, y los secundarios, presentarían mayor ansiedad, depresión y diferentes traumas. La importancia de esta diferenciación, radica en que los psicópatas secundarios serían más susceptibles al tratamiento que los primarios.

 

Y ¿cuáles son las características del psicópata?

Han sido muchos los autores que han descrito dichas características descriptivas de la psicopatía. Podemos destacar algunas, entre ellas: una marcada impulsividad, agresividad, carencia de sentimientos de culpa, dificultad para generar vínculos afectivos en el tiempo (aunque en la apariencia nos muestren una vida normal, incluso con familia), incapacidad de amar, carencia de empatía, apariencia externa de normalidad, no presentan alucinaciones ni delirios, falta de respuesta al castigo, egocentrismo, etc.

 

Entonces ¿qué diferencia existe entre un psicópata y un delincuente?

La mayor diferencia que encontramos, es que los delincuentes sin psicopatía son capaces de adaptarse y evolucionar, aprendiendo nuevas formas de vida. Además, en la mayoría de casos, su sintomatología es fruto de ciertas carencias afectivas, académicas, económicas, falta de normas y límites, etc.

Hay que dejar claro que la mayoría de psicópatas no son delincuentes. El psicópata utiliza a su víctima, la trata como un objeto con el fin de satisfacer sus impulsos. Mientras, el delincuente se salta las normas con otra finalidad, como por ejemplo mejorar su situación económica.

Es necesario y de importancia explicar que existen personalidades psicopáticas más adaptadas socialmente y que conviven entre nosotros; son los llamados psicópatas adaptados integrados.

Estas personas cumplen con la mayoría de características de la psicopatía, sin estar presente una conducta delictiva. Destacan por cosificar al Otro, es decir, utilizar al Otro para sacar provecho y llegar donde les interese. Suelen encajar en personalidades narcisistas, que “pisan al resto” para su propio beneficio o alcanzar su éxito.

Por ello, este tipo de personas las podemos encontrar en altos cargos. Suelen ser mentirosos, manipuladores, no presentan remordimientos y tienen poca empatía.

La OMS (Organización Mundial de la Salud), ofrece unas estadísticas que invitan a reflexionar: estima que el 2% de la población mundial es psicópata (frente a un 1% de esquizofrenia). En España se estima que existen aproximadamente un millón de psicópatas, de los cuáles sólo 10.000 cometen hechos delictivos.

Para concluir, decir que los psicópatas pueden pertenecer a cualquier clase social, sexo o edad. Son personas con un carácter complejo, muy manipuladoras y que carecen de valores morales y no les importa el sufrimiento ajeno.

Artículo escrito y cedido a este Blog por la Doctora y Psicóloga Carolina Torres Delgado ©. Todos los derechos reservados/All rights reserved