Un problema cada vez más frecuente y no por ello menos grave es tener a alguien conocido o familiar, padeciendo un problema de alimentación.
Pero, ¿Cómo identificarlo y poder ayudar cuanto antes a esa persona? No es nada sencillo.
Lo más común es que hasta que no se ha arraigado de forma muy grave, el problema no suele ser evidente para las personas del entorno de quien lo padece.
Pero…¿Podríamos tener una serie de claves que nos ayuden para desenmascarar estos problemas y ponernos manos a la obra a combatirlos? La respuesta es sí.
Cuando una persona cercana padece un trastorno de la alimentación, que no solo se circunscriben a la conducta alimentaria sino que son fuente de un gran estrés, ansiedad y deterioro de la vida general de la persona que lo sufre, se suelen dar unos puntos frecuentes:
– La persona pasa a dar mucha importancia y a formarse continuamente sobre: valores energéticos de los alimentos, sobre las grasas, sobre los hidratos, sobre los aportes calóricos de lo que come etc. También se tornan frecuentes los temas citados en las conversaciones de sus círculos sociales. Por tanto, es algo muy activo en su vida y pasa a ser una preocupación prioritaria. Es muy frecuente escucharles comparar las calorías de ciertos alimentos con lo que aportan otros y cosas parecidas.
-Adicionalmente, la persona sufre un deterioro del autoestima, que puede ser más o menos manifiesto. En ocasiones las personas que lo padecen pueden estar más sensibles e irritables de lo normal.
– La ansiedad se incrementa, y con ello los niveles de estrés. Lo que caracteriza a esta enfermedad es que la persona va teniendo un deterioro notorio de su vida, para poder hacer con total flexibilidad sus conductas que piensa, le llevaran a su objetivo ansiado y deseado que es verse cada vez más delgado. Todo lo que hace lo hace para lograr sus objetivos, y esto puede chocar con sus rutinas, obligaciones y con la vida que hasta ahora llevaba.
– Las interacciones sociales se reducen considerablemente, muy en relación a lo mencionado anteriormente. Con frecuencia rehúsan ir a actos sociales o alternar, ya que ello conlleva no poder llevar a cabo sus nuevas rutinas en referencia a la comida (esconderla, vomitar, etc.)
– Es manifiesta una exagerada atención a su cuerpo y a cada defecto por pequeño que sea. Cada momento se someten a sí mismos a una fuerte evaluación. Es frecuente verlos hacer mucho deporte de forma repentina, o cambiar su dieta y hacerse expertos en que comer, o en hortalizas y vegetales así como otros alimentos en particular que previamente no eran especialmente interesantes.
– Obviamente el cambio físico como elemento más externo y evidente suele ser el que antes se percibe. Pérdida de peso, cambios en las tallas, repentino aspecto de cansancio o desgaste, perdida de fuerzas, mareos espontáneos etc. Esta señal es decisiva y puede que sea la que nos lleve a observar otras de las aquí mencionadas.
– Hay algo raro en ellos y sus vidas que las personas que han habitado o convivido con personas que padecieron un trastorno de conducta alimentaria, no saben identificar con exactitud. Es simplemente eso, notan que algo no va bien, o que algo ha cambiado, pero no pueden hacer nada porque se sienten confusos. Es esta una de las razones por las cuales generalmente estos problemas revisten tanta gravedad cuando todo es descubierto. Con el consiguiente de que es mucho más dificultoso abordarlos y el trabajo que resta por hacer es enorme y multidisciplinar.
– Están más escurridizos y huidizos de lo normal. Rehúyen hablar, estar con familiares, compartir momentos. Se cierran mucho en sí mismos, lo cual también agrava más la situación, debido al deterioro de la autoestima que esta enfermedad les está produciendo.
De cualquier modo, este guión es general y puede cambiar mucho de una persona a otra y la forma que tienen de manifestar el problema. Es posible que en algunas personas se den muchas más señales que las arriba indicadas, no obstante esta guía puede sernos muy útil y orientativa.
Lo ideal es una vez que se sospeche, hablar con un profesional, y si él lo cree oportuno actuar a la mayor brevedad. En caso de que la persona niegue su problema o se resista a recibir ayuda, que es algo muy frecuente, no habrá problema, el profesional sabrá cómo proceder de forma que sea lo mejor para la persona que está padeciendo todo esto. De cualquier modo hemos de ser delicados y cariñosos, para no ahuyentar, alejar y abrumar más a la persona de lo que la enfermedad le hace estar.
BIBLIOGRAFÍA
López, E., Costa ,M. (2008). Educación para la salud. Guía práctica para promover estilos de vida saludables. Madrid, España: Pirámide.
Artículo escrito y cedido a este Blog por la psicóloga Raquel Herrero Palacios ©. Todos los derechos reservados/All rights reserved.