La sexualidad femenina es un tema desconocido por la mayoría de las mujeres, así como foco de polémicas y discusiones durante años.
En torno al cuerpo de la mujer como a su sexualidad se entretejen diversos mitos, planteamientos y numerosas investigaciones que no han dejado en muchos casos de estar influenciados por la presión social proveniente de las ideologías imperantes.
En esta situación cabe señalar a la falta de deseo sexual como la problemática más frecuente en el sexo femenino.
El deseo sexual
En primer lugar, podemos decir que el deseo sexual es una experiencia aliada con la sensación de placer.
Si esta experiencia es positiva generará una huella emocional que dará lugar al deseo, siendo en muchas ocasiones tan solo necesario su recuerdo para activarlo. Pero por el contrario, si la experiencia genera malestar producirá displacer.
Así, el apetito o deseo sexual podemos definirlo como la voluntad o energía para conseguir y experimentar placer, producto de una interacción compleja de factores cognitivos, fisiológicos y emocionales.
No obstante no podemos olvidarnos de que si consideramos al deseo sexual como experiencia, este es en buena parte subjetivo y propio de cada persona que lo experimente.
La apatía sexual femenina
La apatía sexual femenina es expresada a través de la evitación de las prácticas sexuales y eróticas o de la poca o nula iniciativa por parte la mujer hacia el encuentro sexual entre otras. Teniendo repercusiones no solo a nivel individual sino también de la relación de pareja.
Esta disminución o falta de deseo sexual no pasa desapercibida para la mujer que la presenta, suponiéndola un problema cuando es vivida como una carencia que le genera un malestar que puede desembocar en angustia.
Las causas de esta inapetencia sexual puede ser tanto biológicas, como psicológicas y/o socioculturales, estando generalmente interrelacionadas. Pero según diversos estudios, la mayoría de las veces corresponde a la esfera psicológica de la persona.
Más allá de las causas orgánicas (p. ej. niveles de testosterona, serotonina, efectos de medicamentos…) que serán las primeras en evaluar, nos centraremos en este caso en aquellas relacionadas con la dimensión psicológica y social de la mujer.
En relación a estos aspectos hay que hacer hincapié en cómo la mujer vive su sexualidad, y si esta es realmente conocida por ella. ¿Por qué? Porque la mayoría de las veces la sexualidad o el sexo se confunden con la penetración, siendo una concepción muy reducida, además de las creencias irracionales, mitos y expectativas inadecuadas relacionadas con estos conceptos.
Así, la creencia sostenida por parte de la mujer de que la penetración es la condición única, suficiente y necesaria para mantener relaciones sexuales puede llegar a mermar su nivel de deseo sexual, si para ella esta práctica no resulta tan atractiva y satisfactoria. Olvidando o en muchos casos desconociendo que la relación sexual es una experiencia mucho más amplia y enriquecedora.
En general, una falta de conocimiento sobre sí misma junto con niveles bajos de autoestima, altos de exigencia o la presencia de depresión o ansiedad también pueden influir en la disminución del deseo.
Por otro lado, el cansancio tanto a nivel físico como mental puede erigirse como enemigo del deseo sexual. Pues no olvidemos que la apetencia sexual necesita de ese plus de energía y voluntad, los cuales pueden verse impedidos por los niveles de estrés y cansancio acumulados consecuentes del ritmo de vida.
Otra causa relacionada con la pérdida de apetito sexual está relacionada con asociar experiencias sexuales desagradables con el deseo, pudiendo experimentar el miedo a desear.
Y tampoco podemos obviar el hecho de que las relaciones sexuales son un aspecto fundamental en las relaciones de pareja. Si una se encuentra deteriorada, repercutirá en la otra.
Así las discusiones, conflictos, problemas de comunicación, desconfianza, etc. harán disminuir el deseo sexual, pero también la insatisfacción sexual puede deteriorar la pareja.
Por ejemplo, si una mujer y su pareja no hablan sobre qué es lo que más les excita a cada uno, aun en el intento de dar con la tecla puede ser difícil averiguarlo, porque como hemos dicho el deseo es una experiencia subjetiva.
En este aspecto la mujer suele mostrar muchos más inconvenientes que los hombres por el mero hecho de ser mujer y por cómo la sociedad la ha catalogado a lo largo de los años, desde carente de placer en sus inicios pasando por grandes insinuadoras o poco activas sexualmente.
La realidad es que sexualidad y mujer han mantenido una relación casi invisible a lo largo del tiempo, que poco a poco comienza a ver la luz. Y que aunque ambas comiencen a verse la cara, no se solucionarán todos los problemas entre ellas, pero sí las permitirá conocerse más profundamente para poder atenuar algunas diferencias y solventar otras.
La cuestión se encuentra por un lado en librarse de ese bagaje de género limitante marcado por los mensajes sociales y culturares y por otro en comenzar a conocerse. Además de acudir a los profesionales especializados cuando la situación lo requiera.
No olvidemos que la sexualidad varía de una cultura a otra, además de en el contexto socio-histórico en el que se desarrolle, por lo que el deseo sexual no dejará de ser diferente.
Bibliografía:
-Bancroft, J. (1985) El deseo sexual. Mundo científico, (96), 1100-1106.
-Coronado, A. (2014). Concepto de sexualidad. Granada: Instituto de Sexología Al Ándalus (no publicado).
-Fuertes, A. (1993) La naturaleza del deseo sexual y sus problemas: implicaciones terapéuticas. Cuadernos de Medicina Psicosomática, 33.
-Gagné, S. (1993) El deseo erótico femenino. Revista de sexología, (57-58), 137-174.
Artículo escrito y cedido a este Blog por la Psicóloga Gema Sánchez Cuevas ©. Prohibida su utilización sin el consentimiento del autor.